En México, el sector energético es clave para el desarrollo, tanto económico como político, pues impulsa las actividades productivas y propicia la calidad de vida de la población.
Los indicadores de energía se expresan como la intensidad o tasa de consumo relacionada con una variable clave, ya sea a nivel macroeconómico o con respecto a los distintos sectores de consumo: energético, industrial, transporte, comercial-servicios, residencial y agropecuario.
Los consumos del sector energético tienen un mayor peso en la intensidad energética primaria que los consumos de los sectores finales, y por ende en la irregularidad de su tendencia. La eficiencia energética ha evolucionado en todos los sectores que integran el consumo nacional de energía, pero con diferentes impactos.
Si se analizan por separado los dos grandes rubros que componen el consumo nacional de energía se obtiene que la intensidad de consumo final ha disminuido a una tasa promedio anual de 1% en los últimos 20 años, en tanto que la intensidad del sector energético ha bajado apenas 0,2%.
Dentro del consumo final de energía, las intensidades energéticas de los sectores residencial e industrial han presentado la mayor reducción en su tendencia entre 1995 y 2015. El sector residencial redujo su intensidad energética en 45,9%, seguido del sector industrial que lo hizo a 15,6%.
Una conclusión significativa es que los sectores de consumo final que presentan una reducción de su intensidad energética son aquellos en los que las políticas públicas de eficiencia energética se han concentrado, y la industria mexicana, que ha promovido cambios estructurales en sus procesos productivos para mantener su competitividad en los mercados internacionales.